Como no sabemos cómo y por qué has caído por aquí, imaginemos que estáis en pleno paseo.
Sí, el del pipí y la cacona. En un día cualquiera de tu vida con tu perro.
Tú: – Ay… qué guapo. ¿Chico o chica?
Yo: – Es chica, ¿él o ella? Es que de aquí no llego a ver su…
Tú: – Chico, chico. Parece que le ha molado. Aunque dentro de unos minutos empezará a ladrar.
Yo: – ¿En serio? Se lo ve tranquilo. ¿Cómo se llama?
Tú: – Dobby, por Harry Potter. ¿Y ella?
Yo: – Ella se llama Olivia. La traje conmigo desde Buenos Aires. En el avión.
Tú: – ¿En la bodega? A mí me da mucho miedo eso si fuera mi perro.
Yo: – No, no. Por suerte, ha podido viajar conmigo en cabina.
Tú: – ¡He dicho que no! ¿Has visto? Ha pillado algo del suelo.
Yo: – Son rapidísimos. Al menor descuido …
Tú: – Sí, es que ya me ha pasado. Después empieza a cagarse, o los vómitos, y a correr a la veterinaria. Que vamos, no son baratas. Y tú que ni idea lo que se ha tragado.
Yo: – ¡Tal cual! Es verdad.
Tú: – Bueno, alá Dobby que tengo cosillas que hacer. Ahí está, te lo he dicho, ha empezado a ladrar.
Yo: – Adiós, bonico. Espero veros pronto por aquí, por el barrio.
Tú:- ¡Seguro! Algún día podríamos quedar. Adiós, guapa. Adiós Olivia. ¡Qué mona eres!
Yo: – Adiós, ¡hasta ahora!
Si sigues leyendo nos conocerás (más), y descubrirás nuestro lado oscuro. 😎